Las calles son de todos. Debemos tratarlas con el respeto que se merecen. En nuestras calles se tutean y confunden todas las clases sociales y en ellas se conoce la educación de las personas. Las calles son las salas de estar de las ciudades y exigen las mismas atenciones que los salones de las pinacotecas.
En ellas estamos obligados a dar pruebas de civismo, aunque haya desgraciados que escupen y tiran sus colillas sin recato. Las calles deberían ser el espejo de nuestras casas y para mantenerlas limpias no necesitan más leyes que las de la conciencia.
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