Dentro del Arboretum de Washington se encuentra una de las mayores colecciones de bonsáis que existe en Estados Unidos. Sus más de 150 ejemplares en exhibición continúan modelándose y reflejan la belleza de una forma de arte viviente que se expandió desde China hace miles de años.
La maravilla que provoca el ver reducidos a unos cuantos centímetros de altura árboles que en estado natural serían gigantes, es contagiosa.
Dedicado al arte de los bonsáis (en japonés, árboles en contenedores) y los peijing (árboles en miniatura, en chino), cuenta con varios tesoros mundialmente reconocidos por esa disciplina de la horticultura. Entre ellos, un pino sobreviviente del bombardeo a Hiroshima que estuvo bajo el cuidado de la misma familia japonesa.
También está Gonshin, un bosque en miniatura que hoy cuenta con once enebros californianos al que John Naka –conocido como el padre del arte del bonsái en Estados Unidos– comenzó a dar forma en 1963. Tras donarlo al museo del Arboretum, en 1984, Naka lo visitó periódicamente hasta su muerte, el 2004.
La colección que tiene el Arboretum se inició en 1972 con tres ejemplares provenientes de China, regalos para el entonces Presidente Richard Nixon. Pero el museo se creó en 1976, luego de que la Asociación Nipona del Bonsái enviara 53 árboles como presente a Estados Unidos, en reconocimiento a sus dos siglos de Independencia.
El National Bonsai & Penjing Museum está abierto todos los días del año, salvo algunos feriados en invierno, y la entrada es gratis. Sin embargo, las temporadas de primavera y otoño son las mejores para visitarlo, porque los árboles despliegan sus caras más espectaculares, cubiertas de brotes, flores o follajes anaranjados.
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